FAP
La Psicoterapia Analítico Funcional (FAP, por sus siglas en inglés) es una terapia desarrollada en el contexto de las llamadas «te- rapias de tercera generación». La FAP se caracteriza por hacer uso de la relación terapéutica y los comportamientos en ésta para mejorar el funcionamiento de los consultantes en su vida diaria. El modelo se apoya en los principios del análisis de la conducta y la filosofía contextualista funcional. La FAP propone que los comportamientos de los clientes en sesión son funcionalmente equivalentes a aquellos fuera de sesión; por lo tanto, cuando los terapeutas responden de manera contingente a las conductas del consultante en sesión, promueven e incrementan las mejorías en el ambiente natural. Este artículo da cuenta de las carac- terísticas centrales de este proceso terapéutico, sus principios filosóficos, sus alcances y los desafíos en el campo investigativo para consolidarse como tratamiento independiente basado en la evidencia.
Palabras clave: Psicoterapia Analítico Funcional (FAP) - Terapias de tercera generación - Relación terapéutica - Conductas clínicamente relevantes.
FUNCTIONAL ANALYTIC PSYCHOTHERAPY: APPROACHES AND SCOPE OF BEHAVIOR THERAPY BASED ON CHANGES IN THE THERAPEUTIC CONTEXT
Introducción
La Psicoterapia Analítico Funcional (FAP, por sus siglas en inglés) es un modelo terapéutico enmarcado dentro de las llamadas «terapias contextuales de tercera genera- ción» (1), basada en los principios del análisis del com- portamiento, que plantean la importancia del cambio en el contexto para conseguir modificar el comportamien- to de los individuos (2), siendo un modelo terapéutico contextualista, en donde la conducta se concibe como el acto en contexto (el comportamiento está en función del ambiente y hay una mutua afectación), y no mecanicista (donde el comportamiento está controlado por causas externas que se encuentran en el inmediato previo a la aparición de éste) (3). Cabe señalar que para el análisis de la conducta el contexto no se entiende únicamente como los eventos físicos que rodean al individuo, sino que incluye todos aquellos factores que lo afectan pro- babilísticamente hablando (4), lo que incluye en algu- nas situaciones su propia conducta (2, 5), estableciendo relaciones con el ambiente que no incluyen únicamen- te la apariencia física de los estímulos, sino la función o funciones que cumplen al interactuar. A manera de ejemplo, en la interacción madre hijo, cuando la madre amamanta a su hijo, el niño no sólo aprende que ella es el "estímulo" proveedor de alimento, sino que durante dicha interacción la madre emite otras conductas como cercanía afectiva, cuidado, estimulación sensorial, etc. Estos comportamientos no están relacionados directa- mente con la actividad de amamantar, de manera que los estímulos pueden tener diferentes funciones (6), lo que se ha denominado como equivalencia funcional (7). Basándose en el principio de equivalencia funcional, la FAP plantea que es posible modificar el comportamiento de los consultantes en sesión y generalizar dichos cam- bios fuera de la misma, en tanto la relación terapéutica comparte funciones con muchas de las relaciones que los individuos tienen en sus vidas (7-8). Al respecto, la FAP propone que la relación terapéutica no es un factor que conduce al cambio (mediándolo), ni tampoco un elemento moderador, como se ha propuesto en muchas de las investigaciones tradicionales sobre la alianza tera- péutica (9), sino que es el contexto en el que se da el cambio.
Todo ocurre en el aquí y ahora de la sesión
Desde el punto de vista de FAP, los principios del aná- lisis del comportamiento operan en cualquier contexto humano por lo cual la interacción consultante-terapeu- ta no es ajena a dichos principios (10). De acuerdo con dicha perspectiva, el comportamiento aumenta o se fortalece mediante un proceso llamado reforzamiento, donde la consecuencia del comportarse da con una con- dición o estímulo denominado "reforzador". Cuando el comportamiento queda sin refuerzo tiende a debilitar- se y puede desaparecer del repertorio del sujeto; a este proceso se lo llama extinción. La consideración de los principios conductuales en el contexto clínico, sin ape- lar a conceptos mediacionales para explicar los cambios,
es un fenómeno relativamente nuevo en el campo de la psicoterapia, particularmente presente en el marco de las terapias contextuales (11).
De manera específica, en la FAP, el terapeuta analiza el comportamiento del cliente fuera y dentro de sesión con el fin de establecer las funciones que comparten las conductas de éste en los dos contextos, haciendo uso de una formulación de caso que le permite al clínico orga- nizar la información y determinar las acciones terapéu- ticas idóneas para fomentar el cambio en sesión, además de discriminar las conductas del terapeuta que podrían propender por el cambio (T2s), o las que podrían ir en detrimento del consultante de no ser intervenidas o estar bajo la atención del clínico (T1s) (8). Los comportamien- tos del cliente que se identifican como problema y obje- tivo en sesión se denominan Comportamientos Clíni- camente Relevantes (CCR), y las acciones por parte del terapeuta que buscan reforzar, bloquear, extinguir y faci- litar la generalización de las CCRs a la vida cotidiana del consultante, se denominan Reglas Terapéuticas (7). Con respecto a las CCR, en la FAP se discriminan tres tipos. Las CCR1, que representan las conductas problemáticas que se busca decrecer en intensidad y frecuencia de apa- rición; las CCR2 que representan las mejorías del pacien- te en sesión, y las CCR3 que son las verbalizaciones que el consultante hace acerca de las fuentes de control de su comportamiento y que el terapeuta moldea a través de interpretaciones funcionales de las interacciones cliente- terapeuta en la sesión o de las relaciones que tiene fuera de consulta (7). Algunos ejemplos que ilustran estos con- ceptos son: (a) CCR1s, un cliente con dificultades para expresar desacuerdos asiente frente al pedido del tera- peuta de cambiar la hora de la sesión aunque ello le trae dificultades; un hombre con dificultades para expresar en forma asertiva su enojo le dice al terapeuta, en tono elevado, que le molesta cuando le pregunta que siente, (b) CCR2s, una consultante con dificultades para confiar en los hombres le cuenta un secreto que no ha contado a nadie al terapeuta hombre; un joven con ansiedad social y dificultades para comunicar como se siente pide que se apague el aire acondicionado porque tiene frio en sesión, y más tarde expresa desacuerdo respecto a un comenta- rio del terapeuta, y (c) CCR3, el consultante le expresa a su terapeuta que cada vez se siente más seguro con él, porque cuando le habló sobre situaciones dolorosas el terapeuta le ha mostrado cercanía y comprensión. Es importante notar en todos estos ejemplos, que las CCRs se presentan en el contexto de la conducta del terapeuta, pues no es la morfología de los comportamientos lo que determina si es o no una CCR, sino la función que cum- plen, de manera que el mismo comportamiento que para un consultante contaría como una mejoría puede tener funciones problemáticas para otro y viceversa.